
REVISTA MEDICINA LEGAL DE COSTA RICA Vol. 37 (2) Septiembre 2020
REVISTA MEDICINA LEGAL DE COSTA RICA
ISSN 2215-5287
En cuanto a su génesis, McKellar postuló que la fractura ocurría con el levantamiento de cargas asimétricas
que ocasionan fracturas por fatiga, por lo que los músculos de la porción superior del dorso se traccionaban
a lo largo de los ligamentos intraespinales [7]. Este autor describe dos momentos en los cuales se produce
la fractura: cuando el barro se queda adherido a la pala al intentar tirarlo o cuando la pala se detiene de
pronto por una obstrucción, ya que en ambos casos ocurre una desaceleración súbita con tracción de los
músculos del dorso a partir de los procesos espinosos [7].
Para De Boer [4], por su parte, el mecanismo de trauma se trata de una tracción forzada unilateral,
especialmente del romboides menor o el trapecio, la cual puede causar una avulsión de los procesos
espinosos de C7 o T1. Luego de la fractura, el fragmento distal se desplaza en dirección a la tracción, es
decir caudal y lateralmente. Este autor describe además que existen reportes de fracturas de “paleador de
barro” posterior a un trauma directo (golpe) en los procesos espinosos, avulsiones del proceso espinoso
luego de una flexión forzada de la columna cervical o fracturas por impacto después de una hiperextensión
forzada (estos últimos dos sobre todo en accidentes de tránsito) [4].
Según Olivier [3] las fuerzas rotacionales involucradas en la labor de “palear” condicionan traumas por
estrés y fracturas, las cuales también pueden ocurrir por las fuerzas de cizallamiento de los músculos
trapecio y romboides sobre el proceso espinoso o por trauma directo en la parte posterior del cuello cuando
éste se encuentra en flexión. El estrés muscular y tendinoso se propaga a través de los ligamentos
supraespinosos y resulta en una fractura por avulsión de la apófisis espinosa. Se han reportado algunos casos
raros asociados al deporte (escalada, halterofilia, voleibol, fútbol americano, un golfista aficionado y un
remador).
El síntoma más común de una fractura aislada del proceso espinoso es el dolor cervical abrupto, punzante
localizado alrededor o entre las escápulas que puede irradiarse a la cabeza o los hombros, algunos pacientes
refieren un sonido audible (“pop”) [4, 7]. Usualmente la actividad durante la cual se presenta la lesión es
de la misma intensidad que la que el paciente realiza rutinariamente. Es clásico que el trabajador afectado
se presente con una postura antiálgica, con el cuello ligeramente flexionado y la escápula elevada en un
intento por reducir la movilidad en la zona interescapular.
En las exploraciones físicas, los pacientes aquejan “sensibilidad” en la parte posterior del cuello, hay dolor
a la palpación de la columna cervical y torácica en los niveles donde se ubica la fractura; los músculos
adyacentes muestran contracturas o son dolorosos a la exploración, más comúnmente de manera unilateral.
Puede documentarse limitación funcional de la columna cervical y el hombro asociada a dolor. En algunos
casos puede haber crepitaciones y es posible escuchar un sonido de tipo “crujido” en esa región [7]. Los
signos y síntomas neurológicos son raros e indican una lesión más compleja [4, 7]. Si la fractura se extiende
al cuerpo vertebral, pedículo o regiones laminares, es necesario evaluar si existe inestabilidad espinal,
compresión de la médula espinal o del nervio periférico en su origen [8].