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Gestión en Salud y Seguridad Social • ISSN: 2215-6216 • Vol. 3 (1): e209, Enero-Diciembre, 2024
(Publicado Dic. 19, 2024)
FACTORES DE RIESGO
Dado el carácter multifactorial de la obesidad, existe
una gran cantidad de factores de riesgo que contribuyen a
su desarrollo. Entre estos se pueden citar: los patrones de ali-
mentación no saludable, la vida sedentaria o la falta de ac-
tividad física (9), la disminución del período de sueño (10),
el estrés (11), los desórdenes psicológicos y los problemas
de salud mental (depresión y ansiedad), la susceptibilidad
génica, la nutrición materna no adecuada (factores prena-
tales), la alteración de la microbiota intestinal (12) y factores
sociales y económicos (13).
Los estudios sugieren que los vecindarios con menor
ingreso y las poblaciones minoritarias tienen menos ne-
gocios ofreciendo comida saludable, y cuentan con más
establecimientos de comida rápida. En otras palabras, tienen
mayor probabilidad de tener abundantes fuentes de comida
que promueven la alimentación no sana. Asimismo, los indi-
viduos de los grupos socioeconómicos más bajos poseen una
menor probabilidad de tener una dieta saludable que aque-
llos pertenecientes a los grupos socioeconómicos altos y me-
dios. Los alimentos de bajo costo son altamente procesados,
compuestos de granos refinados con azúcares y grasas adi-
cionadas y de buen sabor (“palatable”). Tales alimentos com-
binan bajo costo con alta densidad energética y alto valor de
recompensa, y son fácilmente disponibles en las áreas margi-
nales (underserved areas) y tienden a ser escogidos de prefe-
rencia por los grupos de bajos ingresos. El consumo excesivo
de tales alimentos se asocia a tasas elevadas de obesidad (13).
Por otro lado, la obesidad se asocia a una reducción de
la actividad física a causa de la dispersión urbana, pues se
crean ambientes dependientes del automóvil o del transpor-
te motorizado para acceder a diferentes destinos (trabajo, es-
cuela, tiendas, etc.).
Aunado a ello, el surgimiento reciente y la difusión de la
disponibilidad de actividades de ocio basadas en la panta-
lla (televisión, computadora y videojuegos) ha contribuido
a la obesidad, pues implica dedicarle un mayor tiempo al
ocio sedentario (14).
De igual forma, el estrés ha sido un factor propicio para
la obesidad, ya que este genera una preferencia hacia los
“alimentos confortables”, que parecen disminuir la sensación
de estrés y de ansiedad. Esto puede promover la ingesta sub-
siguiente de comidas placenteras cuando la persona no se
siente bien emocionalmente, a causa de alguna situación no
agradable o estresante. Es decir, se produce una asociación
de “sentirse estresado” y “sentirse mejor” después de ingerir
un alimento confortable. Esto puede ser un enlace crítico
entre los agentes estresantes y la obesidad inducida por la
alimentación. Una vez que la alimentación inducida por el es-
trés llega a ser habitual, la ingesta de alimentos confortables
puede llegar a ser un reflejo. El alivio de una sensación oca-
sional del estrés comiendo algo placentero no causa la obe-
sidad. No obstante, si el alivio de esta situación no placentera
de la vida es habitualmente la ingesta de estos alimentos,
entonces sí puede llevar a la obesidad. Adicional a eso, el es-
trés aumenta el nivel de cortisol, lo cual promueve la adiposi-
dad, pues incrementa el apetito, especialmente de alimentos
confortables (15,16)
Incluso la obesidad se promueve a sí misma, ocasionan-
do resistencia a la leptina, una adiponectina anorexigénica
cuyo principal sitio de acción es el cerebro. De ese modo esta
enfermedad reduce la acción de saciedad de esta hormona,
favoreciendo la ingesta de alimentos (17).
FACTORES GENÉTICOS
Se han efectuado estudios genéticos de asociación
(GWAS, del inglés “genome-wide association studies”) para
identificar variantes génicas que incrementan la susceptibili-
dad a la obesidad. A la fecha, se han encontrado cerca de 140
de estos genes de susceptibilidad (18). No obstante, a pesar
de haberse identificado muchos de estos genes, hay un con-
senso de que su contribución a la obesidad es poca (19).
El débil poder predictivo de los alelos implicados por
GWAS en la obesidad ha llevado a postular que esta podría
producirse por la interacción entre los alelos que predispo-
nen a la obesidad y el ambiente. Entonces, en presencia de
alelos obesogénicos y de un ambiente igualmente obeso-
génico (considerando nutrientes, duración del sueño, canti-
dad de actividad física, comportamiento sedentario, estrés,
fumado, consumo de alcohol y depresión), es más probable
que se desarrolle la obesidad. De esta manera los genes de-
terminarían nuestro potencial para llegar a ser obesos, pero
el ambiente determinaría el resultado (20).
PATOLOGÍAS ASOCIADAS A LA OBESIDAD
La obesidad favorece la aparición de diversas patologías,
que abarcan casi todos los sistemas del cuerpo: cardiovas-
cular, gastrointestinal, endocrino, genitourinario, pulmonar,
músculo-esquelético, reproductivo, mental y/o psicológico,
inmune y de la piel. Se pueden citar, entre otras: infarto al
miocardio, falla cardiaca, hipertensión, embolismo pulmonar,
enfermedad del hígado graso no alcohólico, diabetes melli-
tus tipo 2, síndrome del ovario poliquístico, enfermedad renal
crónica, disfunción eréctil, piedras en los riñones, asma, en-
fermedad pulmonar crónica obstructiva, osteoartritis, dolor
de pie, desórdenes en los cartílagos y tendones, desórdenes
menstruales, defectos del nacimiento, infertilidad, demencia,
depresión, celulitis, estrías, hiperpigmentación, acantosis ni-
gricans, linfoedema y alteración de la integridad del tejido
linfoide. Además, ciertas formas de cáncer están incrementa-
das en las personas obesas o con sobrepeso; en los hombres
se citan el cáncer de colon, recto y próstata, y en las mujeres
el de seno, endometrial y de vesícula biliar (21).
Adicionalmente, los niños y adolescentes obesos pue-
den experimentar secuelas psicosociales, incluyendo depre-
sión, “bullying”, aislamiento social, autoestima disminuida,
problemas de comportamiento, insatisfacción con la imagen