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Gestión en Salud y Seguridad Social • ISSN: 2215-6216 • Vol. 2 (1): e199, Enero-Diciembre, 2023
(Publicado Dic. 06, 2023)
asemejarse con el castigo que le impusieron los dioses grie-
gos Zeus y Hades a Sísifo, el cual consistía en que este subiera
una pesada piedra por la ladera de una montaña empinada
y cuando estuviera a punto de llegar a la cima la dejara caer
hacia el valle, para nuevamente volver a subirla; esto debía
repetirlo de forma sucesiva durante toda la eternidad. Algo si-
milar sucede con los tiempos y listas de espera, convirtiéndo-
los así en un desafío de enorme complejidad para la gestión
del Seguro de Salud.
Aunque conceptualmente puede incluir todo tipo de
prestaciones (electivas o urgentes), en la discusión pública
suele hablarse de listas de espera en el contexto de trata-
mientos electivos, sean estos quirúrgicos o no quirúrgicos.
Aunado a ello, se debe considerar que aunque no hay listas
de espera oficiales para atención de salud “no electiva” (pa-
cientes con enfermedades graves como el cáncer), esto no
implica que no se espere, solo que el sistema no reconoce
aún este problema de acceso ni su magnitud.
En esta dirección, existen distintos enfoques que inten-
tan dar cuenta del porqué de los tiempos y listas de espera;
acá únicamente se van a mencionar dos. El primero, señala
que esto suele presentarse cuando el sistema de protección
de la salud está basado en la universalidad, con bajas barreras
al ingreso -como en nuestro país- y con escasos mecanismos
para flexibilizar el proceso de demanda de la atención en sa-
lud y para adaptarlo a la capacidad disponible. En relación
con este enfoque, el economista Luigi Siciliani señala que en
el caso de Dinamarca, que es un sistema de aseguramiento fi-
nanciado con fondos públicos, los asegurados de altos ingre-
sos tienen un menor tiempo de espera que los asegurados de
menores ingresos; situación que se profundiza si se compara
con los migrantes no occidentales (1).
Aunque esta teoría tiene gran validez, es importante
mencionar que en los sistemas de salud privados igualmente
están presentes los tiempos y listas de espera; por ejemplo,
en España, según los representantes sindicales de los traba-
jadores sanitarios del sector privado, en la actualidad lo co-
mún es esperar entre uno y tres meses para una cita en áreas
como dermatología, reumatología, pediatría, traumatología
o psiquiatría (2)1. Por otro lado, en un artículo en el que se
comparan las listas y tiempos de espera de los países con
sistemas con financiamiento público con el sistema de salud
de los Estados Unidos, caracterizado por el papel relevante
que desempeña el aseguramiento privado, se menciona que
en cada una de las métricas Estados Unidos tuvo un menor
desempeño que las naciones con cobertura universal, aun-
que ninguna nación individualmente superó a los Estados
Unidos en todas las métricas (3).
El segundo enfoque identifica como causante a la bre-
cha que se presenta entre la capacidad (recursos humanos,
infraestructura, equipamiento) y la disponibilidad de los re-
cursos. Así, la capacidad de la prestación de los servicios de
salud viene determinada por los recursos asignados a unos
servicios y por la distribución regional de estos recursos.
Cuando la capacidad es inferior a la necesaria para satisfacer
la demanda de un proceso, el tiempo actúa como el precio
en un mercado convencional. En este caso, el tiempo de es-
pera es un precio intangible o un costo de oportunidad en
términos de tiempo para consumir determinados servicios
de salud. Sin embargo, se debe tener presente que toda fun-
ción de producción está sujeta a unas restricciones de inten-
sidad. De tal forma, es posible que por más que la capacidad
sea suficiente, el uso de esta sea inferior al “óptimo”. Dentro
de este contexto, el volumen de las listas de espera puede
considerarse como un “barómetro” del funcionamiento del
sistema salud. Ciertamente, el volumen de las listas de espe-
ra es importante, pero la variable más relevante es el tiempo
de espera asociado a ese volumen, por cuanto es una barrera
temporal al acceso a los servicios de salud. Por ejemplo, pue-
de existir un número de personas relativamente bajo en lis-
tas de espera, pero ser estas de larga duración. O al revés, un
alto número de pacientes en listas de espera de corto tiem-
po (4, 5); esto implica poner algunos signos de interrogación
respecto a la efectividad de medidas aisladas, como lo es el
aumento de los recursos (contratación de recurso humano,
adquisición de equipo, etcétera). Lo recomendable, como se
analizará en el próximo apartado, son las medidas integrales
e integradas; por ejemplo, el aumento de la capacidad insti-
tucional (contratación de recurso humano, equipo y tecnolo-
gía) ha de ir de la mano con el establecimiento de un período
máximo de tiempo, en el cual se garantice al asegurado la
atención de su caso.
Frente a este marco conceptual se puede inferir que en
un sistema público con vocación universal como el de Costa
Rica, la lista de espera es consustancial a su accionar. El desa-
fío, por lo tanto, es alcanzar tiempos de espera razonables y
reducir la cantidad de personas en dicha lista.
EXPERIENCIAS INTERNACIONALES 6, 7
En el ámbito internacional, las medidas de política pú-
blica de mayor impacto son aquellas que mezclan políticas
combinadas. En el caso de los países miembros de la Orga-
nización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos
1. Respecto a este tema, cabe aclarar que aunque en presencia de pre-
cios en teoría las listas de espera desaparecen, en estos casos la falta
de aseguramiento implica un menor consumo y, de hecho, una lista de
espera implícita. La experiencia chilena resume bien esta característica
del aseguramiento privado, de este mecanismo de exclusión de las per-
sonas y, por tanto, del consumo; en las llamadas Instituciones de Salud
Previsional (ISASPRES) los diagnósticos son claros en evidenciar fallas
continuas en equidad, acceso, concentración de mercado (oligopolios)
y descreme del mercado; así, por ejemplo, la probabilidad de estar en
una ISAPRE para las personas menores de 60 años es de un 20 %, mien-
tras que para los mayores de 70 años la probabilidad es solo de un 7 %,
pese a que su gasto per cápita es tres veces más alto.