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Gestión en Salud y Seguridad Social • ISSN: 2215-6216 • Vol. 1 (1): e187, Enero-Diciembre, 2022
(Publicado Nov. 19, 2022)
Tabaquismo en Costa Rica.
Impacto persistente y nuevos desafíos
Tobacco use in Costa Rica.
Persistent impact and new challenges
Julio Bejarano-Orozco1; https://orcid.org/0000-0001-6846-3640
1. Psicólogo, Magister Scientae en Drogodependencias (UBA/UCR), Universidad Estatal a Distancia. julio.bejarano@gmail.com
Recibido 07 de setiembre de 2021. Aceptado 22 de octubre de 2021.
RESUMEN
Costa Rica es un país que desde hace varios lustros exhibe una disminución sostenida en la tasa de tabaquismo. Sin em-
bargo, los problemas sanitarios y sociales, así como los costos asociados a estos, son de grandes proporciones e imponen
una pesada carga al Estado. Es, por tanto, una nación con niveles de consumo comparativamente reducidos, pero con
condiciones de riesgo cuya atención es impostergable.
Este trabajo revisa algunos aspectos centrales de la epidemiología del tabaquismo en los últimos 30 años y analiza la
disminución indicada. La baja en la tasa de consumo actual se reeja tanto en la población adulta como adolescente. Sin
embargo, en esta última existen varios desafíos por atender, en especial en lo que se reere a las personas susceptibles y
su potencial para ser fumadores en el futuro.
Se explora, además, la temática de los cigarrillos electrónicos y las consecuencias que su utilización está revelando en
distintos contextos, así como las implicaciones de la relación entre el tabaquismo y la enfermedad COVID-19.
Palabras clave: Tabaquismo, Cese del Uso de Tabaco, COVID-19, Vapeo, Costa Rica.
ABSTRACT
Costa Rica has exhibited for several decades a sustained decrease in its smoking rate. However, the health and social
problems, as well as the costs associated with them, are large and impose a heavy burden on the State. It is therefore a
nation with comparatively low levels of consumption but with risky conditions whose attention cannot be postponed.
This work reviews some central aspects of tobacco epidemiology in the last thirty years context and analyzes the indicated
decrease. The drop in the current consumption rate is reflected in both, adult and adolescent population. However, in
adolescents there are several challenges to address, especially regarding susceptible people and their potential to be
smokers in the future.
Electronic cigarettes and the consequences that their use are revealing in different contexts are also explored, and the
implications of the relationship between smoking and the COVID-19 disease, as well.
Key words: Tobacco Use Disorder, Tobacco Use Cessation, COVID-19, Vaping, Costa Rica.
INTRODUCCIÓN
El hecho de que el tabaco mata anualmente a más de ocho
millones de personas en el mundo (siete millones de manera
directa y algo más de un millón de modo indirecto) ocupa un
lugar común en las diferentes publicaciones sobre el tema,
con especial mención de los trastornos que genera como fac-
tor de riesgo para una multiplicidad de enfermedades.
En fecha reciente, una revisión de estudios destacó un
elemento novedoso: el agravamiento de la condición de
salud de una persona infectada por el virus SARS-CoV-2 si
registra antecedentes de ser fumador, en comparación con
https://doi.org/10.62999/gestion.v1i1.187
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aquellos que no los tienen. Ya anteriormente, en una de las
primeras revisiones sistemáticas sobre el tema, llevada a cabo
en marzo de 2020, se había determinado que era posible es-
tablecer una asociación entre el tabaquismo y una progresión
negativa durante el curso de la infección por SARS-CoV-2 (1).
Aun cuando el país carece de estudios al respecto, el Instituto
sobre Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA) y las autori-
dades en salud han destacado esta asociación (2).
Se abre de esta manera un desafiante campo de investi-
gación, que aportará nuevo conocimiento sobre los efectos
nocivos del tabaco y su impacto en las personas con riesgos
asociados para diversas enfermedades.
Tanto en el país como mundialmente, el tabaquismo
ha sido aceptado como un problema de proporciones epi-
démicas, con devastadoras consecuencias no solo desde la
perspectiva de la salud sino desde lo social, lo económico y
lo ambiental, convirtiéndose así en un franco obstáculo para
el desarrollo. A esto se agrega una proliferación de artefac-
tos inicialmente creados para cesar el tabaquismo, pero que
han sido objeto de fuerte cuestionamiento, por la serie de
inesperadas consecuencias de las que se ha informado de
manera reciente.
Pese a que el descenso en los niveles de consumo de
tabaco ha tenido un impacto innegable en Costa Rica, el cos-
to de la atención de los problemas de salud que ocasiona
supera la recaudación impositiva, al representar menos de
una tercera parte de los costos directos del sistema de sa-
lud. El costo directo por la atención de estos asciende a unos
US$ 225000 000 anualmente (3) y las más de 1 000 muertes
que se desencadenan por enfermedades asociadas equiva-
len a un 9,30 % de todas las muertes que ocurren en el país.
Aunado a lo anterior, en los últimos años tuvo lugar la
introducción de los cigarrillos electrónicos, dispositivos cuya
utilización se presenta en un sector poblacional reducido,
pero que podría aumentar, habida cuenta de los niveles de
susceptibilidad de las personas adolescentes no fumadoras
y de aquellas que, siéndolo, podrían considerar su utilización
como una herramienta para interrumpir el tabaquismo. Este,
sin duda, es un terreno que debe considerarse desde lo pre-
ventivo, a efectos de controlar su irrupción.
Con fundamento en lo antes dicho, el objetivo de este
trabajo fue efectuar una revisión de los principales elementos
de la epidemia de tabaquismo en Costa Rica y comentar algu-
nos desafíos para los próximos años.
Perspectiva epidemiológica
Según lo refiere la Organización Panamericana de la Sa-
lud (4), la proporción de fumadores en la Región se redujo de
22,10 % a 17,40 % entre los años 2007 y 2015, lo cual represen-
ta un declive mayor que el experimentado en el mundo, en
tanto nuevas estimaciones hacen suponer que la tendencia
hacia el descenso será aún mayor hacia el 2025, cuando la
Región alcance una prevalencia por debajo del 13,00 %.
En Costa Rica, la disminución se manifiesta claramente
a partir del 2012, según se muestra en la Tabla 1, aunque el
descenso pudo ser gradual desde el 2010. Esta afirmación se
fundamenta en que en ese año el programa de prevención
nacional dentro del sistema educativo habría alcanzado un
adecuado nivel de consolidación y, consecuentemente, ge-
nerado un impacto beneficioso, que se tradujo en una signifi-
cativa reducción en el consumo.
Tabla 1
Prevalencia de consumo activo de tabaco en estudiantes
de educación secundaria
Sexo Valores porcentuales de tabaquismo activo
2006 2009 2012 2015 2018
Masculino 8,80 10,0 7,30 3,00 3,40
Femenino 6,30 7,60 4,80 1,80 1,80
Total 7,50 8,90 6,00 2,40 2,60
Fuente: elaboración propia con base en información del Instituto sobre Alcoholismo y
Farmacodependencia (2019).
Esto lo confirmó un estudio de evaluación del programa
(5), el cual estableció que la mejoría en las habilidades para
la vida habría resultado en una actitud desfavorable hacia el
consumo. Sin embargo, fueron las formulaciones de política
pública derivadas de la entrada en vigencia del Convenio
Marco para el Control de Tabaco (CMCT), desde inicios del de-
cenio anterior, las que explicarían de mejor manera el franco
aceleramiento del descenso (6).
Comparativamente, el nivel de prevalencia del país es
inferior a la estimación promedio de toda América. En esta,
el nivel de prevalencia en jóvenes de 13 a 15 años de edad
fue de 9,90% a 10,20% en hombres y de 9,70% en mujeres
(7), mientras que en Costa Rica la prevalencia en ese grupo
fue de 1,60% a 1,80% en hombres y de 1,40% en mujeres.
Poco se han comentado estas diferencias, que ubican al país
como una nación con niveles de baja prevalencia, pero en el
que, pese a estos logros, las afectaciones en diferentes áreas
persisten y los esfuerzos por mejorar los indicadores deben
ser objeto de permanente atención. No hay que olvidar que,
si bien la prevalencia ha disminuido significativamente, la
susceptibilidad hacia el fumado también lo hizo, aunque en
grado menor, lo cual sugiere la necesidad de mantener la
atención sobre aquellos factores asociados, que pudieran dar
lugar a nuevos fumadores (6).
En la población general, durante los años noventa y an-
teriores, el consumo activo se mantuvo en niveles comparati-
vamente más elevados, para dar lugar, a inicios del año 2000,
al descenso sostenido (véase la Tabla 2).
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Tabla 2
Prevalencia de consumo activo de tabaco en la población general.
Costa Rica 1990, 1995, 2001, 2006, 2010, 2015
Sexo Año
1990 1995 2001 2006 2010 2015
Hombres 28,60 28,50 23,10 21,30 18,00 15,40
Mujeres 8,80 6,60 8,20 8,10 8,60 5,50
Total 18,70 17,50 15,70 14,80 13,40 10,40
Comprende a la población de 12 a 70 años.
Fuente: Tomado de Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependencia (2018).
Las significativas diferencias según sexo también se refle-
jan en los datos de morbilidad y mortalidad (8), de los cuales
se colige una mayor prevalencia masculina de las enfermeda-
des que usualmente se asocian con el tabaquismo.
Así, el nivel de fumado activo en Costa Rica (Tabla 2)
es relativamente bajo, si se le compara con la prevalencia de
países como México, donde el valor fue de 16,40 %, o con el
de Chile que ostenta el mayor en la Región Americana, con
34,00 % (9), o con la que se determinó para la Región de las
Américas, la cual en 2015 fue de 17,40 % (4); también podrá
ser más reducido que el porcentaje proyectado por la OMS
para el 2025, cuando el nivel de consumo actual en el Conti-
nente se aproxime a 13,00 % (9).
Por otro lado, un elemento que no puede soslayarse es
la asociación inversa encontrada entre la existencia de mayo-
res niveles de consumo activo y menores niveles de ingreso.
Ciertamente, los hallazgos de Bardach y colaboradores (10)
indican que pertenecer a sectores de bajos ingresos conlleva
una alta probabilidad de ser fumador activo, por lo que el ta-
baquismo provocaría un daño mayor a los grupos menos fa-
vorecidos. En línea con estos hallazgos, desde inicios del año
2000 se conocía que las mujeres y las personas con niveles
educativos más bajos eran quienes mostraban las menores
tasas de abandono, y que entre las personas con alta depen-
dencia a la nicotina sobresalían los hombres con más de 40
años de edad y bajo nivel educativo (11).
En contraste con lo anterior, las proyecciones de preva-
lencia de la OMS para el 2025, considerando todos los gru-
pos de edad, establecen un mayor nivel de tabaquismo en el
grupo de países de ingresos medios altos, al que Costa Rica
pertenece, que para los de ingresos medios-bajos y aun para
los de ingresos bajos (9).
En lo que respecta a los jóvenes, junto a los datos de
fumado, a lo largo de los años también se ha explorado su
percepción de riesgo hacia el tabaco, la cual no es de tanta
severidad como hacia otras drogas (12). Algo semejante se
observó en una muestra de docentes en quienes se evaluaron
los niveles de tabaquismo y las percepciones de riesgo (13),
encontrándose niveles altos de percepción de riesgo para
todas las drogas estudiadas, pero con tabaco mostrando el
nivel más bajo y, paradójicamente, un nivel de fumado activo
de 33,00 % en los profesores y de 23,50 % en las profesoras,
valores superiores a los encontrados en la población juvenil.
En ambos casos se estaría frente a implicaciones para la
prevención, pues las percepciones de riesgo son procesos
cognitivos que determinan la vulnerabilidad de cada perso-
na con respecto a conductas de riesgo según las propiedades
que le asignen a determinados objetos o circunstancias.
Lo anterior se complementa con el hecho de que en la
población general el fumar no es percibido como peligroso
por la mayor parte de las personas (14). Aunado a esto, solo
el 2,80% de la población general estima que el tabaco es la
droga más peligrosa.
Los fumadores activos se concentran principalmente en
el grupo de 18 a 40 años de edad, según se aprecia en la Ta-
bla 3 (62,90 % de los hombres en ese rango y 55,00 % de las
mujeres). Sin embargo, el grupo de edad que de manera más
acotada registra un mayor número de fumadores actuales,
tanto en hombres como en mujeres, es el de 18 a 29, el cual,
a su vez, registra un número creciente y mayoritario, pero no
exitoso, de intentos por dejar de fumar, lo que confirma lo
difícil que resulta la cesación.
Tabla 3
Prevalencia de consumo activo de tabaco en la población general, según
grupos de edad, por sexo. Costa Rica, 2015
Grupos de edad Hombres Mujeres Total
12 a 17 1,20 1,60 1,30
18 a 29 39,70 31,90 37,80
30 a 39 23,20 23,10 23,20
40 a 49 13,80 20,00 15,30
50 a 59 13,20 15,10 13,70
60 a 70 8,90 8,30 8,70
Fuente: Elaboración propia, con fundamento en los datos recolectados en la encuesta
del Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependencia del 2015.
Si se considera que las edades promedio de inicio para
hombres y mujeres fueron iguales a 16,00 y 17,40 años, res-
pectivamente, es muy probable que alrededor de los 20,00,
o aun antes, podría encontrarse instaurado un determinado
nivel de dependencia. Este es un elemento que explica par-
cialmente lo enunciado en el párrafo anterior, con respec-
to a los intentos por dejar de fumar y las dificultades que
esto conlleva.
Cuestiones adicionales de interés
El uso de cigarrillos electrónicos no es nuevo en Costa
Rica. Pese a que durante sus inicios la inocuidad de estos pro-
ductos era la idea prevaleciente, hoy en día su seguridad es
incierta. Si bien su utilización inicial en 2006 suponía ser una
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terapia de reemplazo, un recurso para la cesación del taba-
quismo, en la actualidad se vislumbra una serie de problemas
asociados, muchos de los cuales se desconocían previamente.
Ciertos estudios han establecido que poseen más cromo,
níquel y plomo que los cigarrillos tradicionales. Otros sugie-
ren que los aerosoles provocan daños en el pulmón y lesiones
similares al enfisema (15).
En adolescentes, se conoce que los cigarrillos electróni-
cos podrían promover la dependencia y también provocar
que otras sustancias, especialmente las estimulantes, resul-
ten más placenteras para el cerebro (16).
En ese grupo de la población su uso se empezó a regis-
trar en el año 2018 con una tasa de consumo alguna vez en la
vida igual a 3,40 %: 4,30 % en hombres y 2,50 % en mujeres
(12). En el caso de los adultos, los resultados de dos estudios
realizados en Costa Rica (14, 17) indican una baja utilización
de cigarrillos electrónicos (<1,50%).
En general, ya se han reportado enfermedades graves y
fallecimientos asociados al uso de los cigarrillos electrónicos;
sin embargo, algunos estudios anotan que estos son más se-
guros que los convencionales, al poner a disposición menos
cantidad de toxinas y cancerígenos (18).
En cuanto a su uso como recurso para dejar de fumar,
cabe mencionar que este es de poco valor, pues los estudios
realizados en la Subregión Latinoamericana enfatizan los
riesgos de su utilización por parte de menores de edad y su
potencial como inductores de fumado convencional (19).
Dado que algunos dispositivos contienen nicotina, el
riesgo conocido persiste y las hospitalizaciones por lesiones
pulmonares y fallecimientos confirmados son suficiente ar-
gumento para solicitar su prohibición o su regulación donde
su venta esté permitida (20), como en Costa Rica.
En otro orden, pero íntimamente relacionado, se ha es-
tablecido que dejar de fumar puede ser especialmente im-
portante para prevenir la infección por SARS-CoV-2 o evitar
las complicaciones subsecuentes asociadas con ella (21). Se
cree que los consumidores de tabaco que abandonan el con-
sumo podrían manejar mejor las condiciones comórbidas en
caso de llegar a infectarse, dado que la cesación supone una
mejora sustancial de la función pulmonar y cardiovascular y
dar como resultado un mejor desempeño del sujeto para res-
ponder a la infección y así reducir su probabilidad de fallecer.
Dentro de ese contexto, como país, se está ante dos
grandes desafíos. Por una parte, la introducción de cigarri-
llos electrónicos u otros productos de tabaco, los cuales, si
bien presentan una prevalencia baja, no se pueden descartar
como un riesgo cierto, en virtud de su potencial cada vez más
claro de afectación del sistema respiratorio, lo cual trasciende
la pandemia actual para inscribirse en futuros eventos, según
han informado recientemente fuentes autorizadas (22-24).
Un segundo desafío tiene que ver con la capacidad local
para enfrentar el nivel de susceptibilidad de los no fumado-
res, así como los factores de riesgo asociados. En este sentido,
cabe resaltar que en los estudios llevados a cabo durante 14
años por el IAFA, los indicadores asociados con las actitudes
y percepciones, revelaron un aumento significativo de la pro-
porción de jóvenes que consideran que fumar ayuda a las
personas a sentirse cómodas en las reuniones sociales. Asi-
mismo, la proporción de jóvenes a quienes se les ha negado
la venta de cigarrillos debido a su edad, resultó ser más del
doble en 2013 en comparación con 1999. Asimismo, en 2013
una menor proporción de jóvenes que en 1999 consideró
que el fumado pasivo era nocivo y, además, se determinó que
hubo un aumento en la percepción vinculada con la dificul-
tad para abandonar el hábito (57,10 % en 1999 y 71,90% en
2013), así como un incremento en el porcentaje de hombres
o mujeres que buscaron ayuda para dejar de fumar (22,60 %
en 1999 y 41,10 % en 2013). Estos elementos constituyen re-
tos, por sí mismos, que las autoridades respectivas deberán
considerar para que la población susceptible se abstenga del
tabaco o productos alternativos.
CONCLUSIÓN
Aunque el país contó históricamente con tasas relativa-
mente bajas de tabaquismo, incluso muy por debajo de las
de otras naciones, como resultado de las medidas preventi-
vas y de control implementadas a lo largo de los últimos tres
decenios, los efectos sociales y sanitarios persisten elevados
y representan una carga difícil de afrontar.
Es necesario continuar las acciones regulares de pre-
vención de manera permanente, enfatizando en las con-
secuencias del tabaquismo, pero también incorporando
el efecto modelador de los padres, hermanos y amistades
sobre la susceptibilidad de las personas adolescentes no
fumadoras. Tener esto en consideración probablemente ga-
rantice una reducción en la tasa de incidencia o un retraso en
la edad de inicio.
La ratificación y puesta en vigencia del CMCT en Costa
Rica, en 2008, marcó el inicio de una serie de medidas que, en
general, han tenido un impacto sensible en diversos ámbitos,
según se desprende de las evaluaciones del Convenio a nivel
mundial, tras su primer decenio de implementación. Entre
ellas, se encuentran la promulgación de legislación orientada
a establecer medidas de precios e impuestos para reducir la
demanda, las reglas sobre etiquetamiento, la supresión de la
publicidad y el patrocinio del tabaco, la protección contra la
exposición al humo y medidas educativas, comunicacionales
y de concientización ciudadana.
El CMCT también ha contribuido a mejorar la coopera-
ción entre los países y, dentro de estos, a una optimización
de prácticas en áreas tales como el monitoreo y la vigilancia,
la educación, la concientización y la necesidad de ambientes
libres de humo. En lo que a monitoreo y vigilancia respecta,
el país debe continuar la tradición de desarrollar estudios en
poblaciones de adolescentes y de adultos dentro del marco
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colaborativo con organismos internacionales y de manera
bilateral y multilateral con otros países.
Además, los gobiernos deberán abordar el problema del
tabaquismo como parte de sus estrategias para contener y
mitigar el impacto del COVID-19. Cada vez es más abundante
la investigación que aporta evidencia relacionada con el ta-
baquismo (actual) como factor de riesgo para agravar la con-
dición de las personas afectadas.
La Agenda Temática para el Control del Tabaco en Costa
Rica ha sido un instrumento de primer orden para el cumpli-
miento de los propósitos del CMCT. Si bien todas las áreas
de interés se encuentran debidamente cubiertas, la de for-
mación de profesionales resulta de particular importancia,
así como la de investigación académica sobre tabaquismo. La
primera no debería circunscribirse a las carreras de la salud,
puesto que el tema abarca muchos otros campos, como los
de las ciencias sociales, agronómicas, ambientales, educati-
vas y económicas. En lo que a investigación respecta, debe-
ría promoverse un mayor involucramiento de los centros de
educación superior y un sistema de incentivos para la investi-
gación, en especial el desarrollo de proyectos de corte longi-
tudinal, con personas de edades diferentes. También resulta
de gran interés la investigación orientada a optimizar la efica-
cia de las intervenciones para personas con dependencia, la
necesidad de explorar la complejidad de otros productos de
tabaco, y la identificación de políticas y acciones innovadoras
que apunten a la reducción del consumo.
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