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Gestión en Salud y Seguridad Social • ISSN: 2215-6216 • Vol. 1 (1): e180, Enero-Diciembre, 2022
(Publicado Nov. 19, 2022)
INTRODUCCIÓN
Las enfermedades cardiovasculares (ECV) son la princi-
pal causa de muerte en todo el mundo. Según datos de la
Organización Mundial de la Salud (OMS), en el 2012 murieron
por esta causa 17,5 millones de personas, 31 % de todas las
muertes registradas a nivel mundial. Datos de la Organiza-
ción Panamericana de Salud (OPS) indican que son la prin-
cipal causa de muerte en las subregiones Andina, Cono Sur,
Caribe y América Central. En Costa Rica, según las Guías de
dislipidemias de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS)
(1) y tal como se refleja en los datos de Registros y Estadísticas
del Área de Salud Florencia, las ECV se han encontrado entre
las primeras causas de mortalidad en los últimos cinco años.
De hecho, en este país las ECV han sido la primera causa de
muerte desde 1970.
La mayoría de las ECV pueden prevenirse actuando so-
bre factores de riesgo modificables y/o prevenibles. Para las
personas con ECV o con alto riesgo cardiovascular (debido
a la presencia de uno o más factores de riesgo), son funda-
mentales la detección precoz y el tratamiento temprano, así
como el centrar las intervenciones sanitarias de prevención
en ellas (2).
Los principales factores de riesgo asociados con la en-
fermedad cardiovascular son la hipercolesterolemia (altos
niveles de colesterol total y de LDL colesterol -LDLc-); bajos
niveles de colesterol HDL -HDLc-, la hipertrigliceridemia o
las dislipidemias, además de la edad, el género masculino, la
hipertensión arterial, el tabaquismo, la diabetes, la presencia
de enfermedad coronaria, los antecedentes familiares, la obe-
sidad y el sedentarismo (3).
Las dislipidemias se pueden definir como el conjunto de
alteraciones en la concentración de los niveles sanguíneos de
lípidos, que tienen su origen en variaciones genéticas y/o en
factores relacionados con el estilo de vida. Estas representan
un factor de riesgo bien conocido de las enfermedades car-
diovasculares, constituyendo un problema de salud pública.
En general, se consideran un factor de riesgo mayor reversi-
ble y su control es posible modificando los comportamientos
de riesgo involucrados en su causalidad. Se conoce que la re-
ducción del LDLc disminuye el riesgo relativo de enfermeda-
des cardiovasculares en un período de cinco años.
De acuerdo con una investigación efectuada por la OMS
en el 2011 (4), alrededor de 2,6 millones de muertes anua-
les tuvieron como factor de riesgo el colesterol elevado
(≥190mg/dL), cuya prevalencia en la población mundial para
el 2008 era del 39 %; 54% para Europa, 48 % para América,
30 % para Asia y 23 % para África. En el caso de América, se
estimó que la prevalencia de colesterol elevado en hombres
oscilaba entre 31,8% y 56,1 %, mientras que en las mujeres
entre 37,5 % y 54,3 %.
En China, a pesar de que los niveles de lípidos en adul-
tos son más bajos en comparación con los niveles de países
occidentales, un estudio publicado en el 2016 reveló una alta
prevalencia de dislipidemias, siendo de 34,0 % en la pobla-
ción general, y de 35,1 % y 26,3% en áreas urbanas y rura-
les, respectivamente; además, la prevalencia de dislipidemia
fue significativamente mayor en hombres que en mujeres
(41,9 % vs 32,5 %) (5).
En otro estudio efectuado en Brasil, en el que se evalua-
ron 38 069 adolescentes, se encontraron los siguientes va-
lores promedio: colesterol total = 148,1 mg/dL (IC del 95 %:
147,1-149,1), HDL colesterol = 47,3mg/dL (IC del 95 %: 46,7-
47,9), colesterol LDL = 85,3mg/dL (IC del 95 %: 84,5-86,1), y
triglicéridos = 77,8 mg/dL (IC del 95 %: 76,5-79,2). Las adoles-
centes tenían niveles medios más altos de colesterol total, co-
lesterol LDL y colesterol HDL, sin diferencias en los niveles de
triglicéridos. Las alteraciones lipídicas más frecuentes fueron
HDL bajo colesterol (46,8 % [95 % IC 44,8-48,9]), hipercoles-
terolemia (20,1 % [95 % CI 19,0-21,3]) e hipertrigliceridemia
(7,8 % [IC del 95%: 7,1-8,6]). Se encontró colesterol LDL alto
en 3,5 % (IC del 95 % 3,2-4,0) de los adolescentes. La preva-
lencia de colesterol HDL bajo fue mayor en el norte de Brasil
y en el noreste (6).
Por otra parte, en Colombia, en el año 2013, se desarro-
lló un estudio similar al presente, en el cual se encontró que
para la población estudiada había una prevalencia de hiper-
trigliceridemia de 41,8 %, de hipercolesterolemia de 46,0 %,
de colesterol LDL elevado de 67,5 %, de colesterol HDL bajo
de 40,4 % y de dislipidemias en general de 74,7%, y que las
alteraciones lipídicas presentaron asociación estadística con
el sexo y el grupo etario (7).
En el caso de Costa Rica, para el año 2004 la prevalencia
de dislipidemias oscilaba entre el 8,7 % y el 17,4 %, afectan-
do principalmente al grupo de edad de 20 a 59 años (1). Sin
embargo, según la encuesta nacional para la vigilancia de los
factores de riesgo cardiovascular de la CCSS, para el año 2014
la prevalencia de dislipidemia en el país ya era del 25,0%,
siendo más prevalente en el grupo de 65 años y más (54,1 %)
y menos prevalente en el grupo de 20 a 39 años (10,0 %) (3).
En un estudio comparativo realizado en dicho país en la
década de los noventa, en las zonas rural y urbana del cantón
de Puriscal, para determinar factores de riesgo de enferme-
dad cardiovascular, se encontró una prevalencia de hiperco-
lesterolemia de 26 % en el área urbana y de 14 % en el área
rural, con LDL elevado de 21 % para los primeros y 11 % para
los segundos; en el caso del HDL disminuido, se determi-
nó una prevalencia de 34 % en el área urbana y de 24 % en
el área rural (8).
Por otra parte, en un estudio realizado en el año 2000 en
población adolescente rural y urbana, se encontró una preva-
lencia de LDL elevado en área urbana de 19 % en mujeres y
de 7% en varones, así como una prevalencia de HDL bajo de
44 % en hombres y de 24,5% en mujeres (9).
Por otro lado, la encuesta basal sobre factores de riesgo
para enfermedades no transmisibles, realizada en la provin-
cia de Cartago en el año 2001, reveló que en la población