La atención del paciente
 

La atención del paciente es el evento de la práctica de la medicina clínica que depende en gran medida de la calidad humana de los participantes; aunque hay otros factores secundarios, no menos importantes y valederos. En ese proceso, el médico aporta todos sus conocimientos y toda su voluntad para alcanzar un diagnóstico certero y tratamiento oportuno. Para eso debe estar preparado anímica y académicamente. El paciente es un ser que acude por ayuda, con dolor, lleno de dudas y con miedo. No necesariamente tiene que estar preparado, para nada de las tres cosas apuntadas.

La supuesta posición obligada del médico, se le presenta a profesionales de muy diferentes ramas del quehacer humano, con la diferencia de que la actuación del médico es sublime, no espera, es imprevista, urgente y está centrada sobre lo más preciado del humano, su salud y calidad de vida y ello incluye, la vida misma.

El médico, se supone, está consciente de esta situación, es su obligación; el paciente pueda que no lo este, generalmente sólo le interesa (en ose momento) su salud quebrantada, lo cual lo obliga a acudir -por ayuda- a un tercero, en este caso, el médico.

Antes fue de una manera, ahora es de otra y no sabemos cómo será en el futuro pero al final de cuentas, la relación apuntada, siempre será entre el médico, que practica la clínica y el paciente; dichosamente ahora podemos, (en la mayoria de casos y situaciones que afectan al cuerpo y hasta la mente humana), saber si el paciente está enfermo, si es tributario de un mal corporal o bien, producto de la mente; casi todo ello lo podemos demostrar y hasta cuantificar, lo cual se ha vuelto necesario. No obstante el cotidiano avance de la ciencia médica, el paciente, como tal, sigue con dolor, miedo y dudas, como en otras épocas de la historia de la humanidad.

De la relación personal médicopaciente surge, (o no) un sentimiento de fe y confianza que el paciente eventualmente puede albergar hacia el médico; se necesita entonces, un cierto umbral de ese sentimiento para que la confección de la historia clínica, la interpretación de los exámenes de laboratorio y gabinete y el tránsito mental (del médico) hacia el diagnóstico se concrete en el punto culminante (de esa relación) y se confeccione el tratamiento. A aquel sentimiento de fe y confianza, surgido en uno de los actuantes, se necesita, por parte de la otra (el médico), mantener un clima de paz y simpatía, además, una abstracción necesaria de todo lo que no es importante y que sólo se fije la atención en la salud perdida del humano.

Son momentos, tal vez fugaces o bien convertidos por circunstancias, en eternos, llenos de importancia, al depender de ellos (los momentos) la salud y ende la vida del paciente.

La relación médico-paciente no esta sola, en el desarrollo del trabajo médico y el curso de la supuesta enfermedad; ha cambiado, como las otras cosas del mundo; ahora interviene la institución prestadora y pagadora de los servicios (costos) que recibe el paciente, llámese Estado o caja de seguros o de otra manera; interviene el avance de la tecnología usada por el médico probablemente ayudado por otras personas técnicas; interviene el tiempo empleado (a nivel social o particular) asunto que se agiganta en nuestra civilización mercantilista; hay otras cosas más pero la cita de las anteriores puede ayudar a forma criterio y entender este mensaje. Le toca al médico, por ser persona inteligente, educada a nivel universitario y tratar cotidianamente el dolor humano, limar asperezas, (si es que las hay), trabajar en su mente toda la preparación humanística y científica almacenada, (pensamiento y razonamiento cientffico) detalles que agrega a su vocación genética de servicio ("nació para médico") agregándole su principio de tolerancia. En ese cúmulo de detalles que envuelven la relación médico-paciente, hay una jerarquía, que es deber del médico individualizar.

La otra parte (actuación y acción del paciente) es más difícil de encuadrar porque la educación empieza en el hogar, la sigue el Estado y luego la vida misma y cualquiera de estos peldaños pueden ser débiles o faltar, realidades que aunadas a la angustia de sentirse enfermo, debilitado, angustiado con dependencia e indefenso, son caldo propicio para comportarse de alguna manera, tal vez irregular.

Al final de tanta reflexión, nos sentimos llenos de sabiduría y pretendemos que de tolerancia (sin pretender llegar a la santidad y los otros -nuestros pacientes con fe y confianza, binomio que desemboca en esperanza; d inteligencia tiene que salir bueno.
 
 

Dr. Guillermo Rodríguez Aguilar
Ex-presidente del Colegio de Médicos y Cirujanos