NEUROANATOMÍA
UN SÉPTIMO LÓBULO CEREBRAL
Jorge Eduardo
Duque Parra*, John Jairo Barco Ríos**, Carlos Eduardo Castaño Molina***
Summary
In the anatomical study
of rigor on the nervous system that is developed in the different programs
of the health area, the teachers of neuroanatomy, as well as the authors in
most of the texts of this area of the knowledge, point out that each cerebral
hemisphere is conformed by a certain number of lobes. This concept is
one of the most global elements in the gross neuroanatomy that the students
should manage, so that later students are able to reason and to study in detail
the anatomical reliefs of smaller span but of functional relevance in the
human brain, vervi gratia the gyrus and fissures with it is corresponding
areas. The present work provides the conceptual neuroanatomics foundations
that point out a division of seven lobes for each cerebral hemisphere, unregardless
view in the great majority of manuscripts and classic texts of national and
international neuroanatomy, wich unfortunately lead to disorient students,
professors and authors of the texts.
Key Words: Cerebral
hemisphere, seventh lobe, piriform lobe.
Palabras clave:
Hemisferio cerebral, séptimo lóbulo, lóbulo piriforme.
Introducción
El cerebro humano está
conformado por dos grandes hemisferios que, aunque separados entre sí
por la cisura longitudinal o interhemisférica, se intercomunican por
haces de fibras nerviosas que reciben el nombre de comisuras, de las cuales
la más voluminosa es el cuerpo calloso o gran comisura constituida
por más de 300 millones de axones (Nolte, 1994) y que permite la sincronización
de la actividad neuronal en ambos hemisferios (Mora y Sanguinetti, 1994).
En cada hemisferio se distinguen tres caras, una externa o lateral, una interna
o medial y otra inferior o basal. En su cara externa se aprecian dos
cisuras profundas, una que recorre el hemisferio por su parte media de arriba
hacia abajo llamada cisura central (o cisura de Rolando) y otra que lo recorre
de adelante hacia atrás denominada cisura lateral (o de Silvio).
En cierto grado tales cisuras demarcan porciones fisiológicas separadas
de los hemisferios (Gaviria y Vandenberg, 1995; Guyton, 1997) que corresponden
a cuatro regiones principales o lóbulos: frontal, parietal, temporal
y occipital (Liebman, 1987; Kandel et al, 1997; Smith,1986; Guyton, 1997;
ORahilly,1989), cuyos nombres son tomados de los huesos del cráneo
situados aproximadamente sobre estas áreas, aunque su correspondencia
no es del todo exacta (Smith, 1986). Los lóbulos frontal y parietal
están separados entre sí por la cisura central, y estos a su
vez se encuentran separados del lóbulo temporal a través de
la cisura lateral (Martin, 1998; Gaviria y Vandenberg,1995; Beatty, 1995;
Smith, 1986; Carlson, 1996; ORahilly, 1989). El lóbulo temporal
está delimitado medialmente por el surco hipocampal que se proyecta
entre el esplenio y el uncus (Chusid, 1976). El lóbulo occipital
está separado del parietal y el temporal por una línea imaginaria
debido a que no hay demarcación por ninguna cisura cortical mayor (Martin,
1998; Beatty, 1995); la trayectoria de dicha línea va desde la incisura
preoccipital, que corresponde a la parte más elevada del borde basal
del hemisferio, hasta el borde superior de la cara externa donde se alcanza
a insinuar la cisura parietooccipital, la cual es visible en toda su magnitud
por la cara interna (Liebman, 1987; Kandel, 1997). El lóbulo
frontal representa aproximadamente el 40% del peso total del cerebro (Bouchet
y Cuilleret, 1978) y, como elemento de más reciente adquisición
en la escala filognética, es el destinado al gobierno de los lóbulos
restantes y a la "elevación" del cráneo en su parte frontal;
esto resulta de la comparación de diversos cráneos en dicha
escala, como el del gibón plateado, el del gorila, el del chimpancé
y finalmente el del Homo sapiens (Sanides, 1968). Por lo tanto, este
lóbulo es el responsable de nuestra frente elevada comparada con la
frente tipo escarabajo de nuestros antecesores más inmediatos.
La apreciación popular sobre la función de los lóbulos
frontales se refleja en los términos "frente amplia" o intelectual
y "frente estrecha" o inculto (Curtis y Barnes, 1993). El desarrollo
logrado por los lóbulos occipital y temporal corresponde a la etapa
evolutiva alcanzada por los prosimios (Sanides, 1968).
Al abrirse manualmente
la cisura lateral puede apreciarse un quinto lóbulo, el central (o
la ínsula de Reil) (Lhermitte, 1940), como un repliegue del hemisferio
cerebral (Liebman, 1987; Kandel, Schwartz y Jessell, 1997) rodeado por el
surco circular (Chusid, 1976; Noback, Strominger y Demarest, 1993); originalmente
el lóbulo insular se presenta libre durante la ontogénesis (Feneis,
1994) ubicado en el suelo de la fosa lateral del cerebro, y está constituido
por giros breves hacia su parte superior y giros longos con disposición
horizontal hacia la parte inferior (Feneis, 1994; Chusid, 1976). En
algunos cerebros de animales se puede observar este lóbulo por su cara
externa, sin necesidad de replegar la cisura citada, como en el erizo (Erinaceus
sp.), el lemur (Lemur sp.) y en los póngidos (antropomorfo), que son
especies progresivamente cercanas a la humana (Sanides, 1968). El continuo
crecimiento de los hemisferios cerebrales en dirección anterior, dorsal
e inferior origina la formación de los lóbulos frontal, temporal
y occipital; sin embargo, como la región suprayacente al cuerpo estríado
crece con mayor lentitud, la zona situada entre los lóbulos frontal
y temporal se hunde y recibe el nombre de ínsula de Reil, la cual
puede ser reconocida como una débil concavidad en la superficie externa
del hemisferio cuando el embrión tiene aproximadamente 52 días
(ORahilly, 1987). Una visión lateral del cerebro humano en un
feto de 25 semanas de gestación permite distinguir claramente la ínsula
(Moore, Persaud y Shiota, 1996), aunque el surco circular o circuminsular
que la delimita es observable desde la semana 22 (Kunzig, 1998). Esta
región es cubierta más adelante por los lóbulos adyacentes
y en el neonato está oculta casi por completo (Sadler, 1996).
Los estímulos térmicos activan fuertemente la mitad anterior
de la región cortical insular (Craig, Reiman, Evans y Bushnell, 1996).
A la ínsula se le ha relacionado con la sensibilidad intraabdominal,
el tono y la motricidad gástrica (Penfield y Faulk, 1955; Noback,
Strominger y Demarest, 1993), aunque también se le han asignado funciones
del habla pero aún faltan pruebas más concluyentes. El
sexto lóbulo corresponde al lóbulo límbico (Liebman,
1987; Cruz, 1987; Kandel, Schwartz y Jessell, 1997; Martin, 1998; Sanides,
1968; Delgado, 1992; Noback, Strominger y Demarest, 1993), el cual está
constituido por el giro del cíngulo, el giro del hipocampo o parahipocampal
y los giros dentados (Liebman, 1987); otros autores incluyen el fornix, el
área septal y el complejo amigdaloide (Beatty, 1995; Duque, 1998; Donovan,
1977; Chusid, 1976; Eccles, 1991); otros más incluyen el hipotálamo,
los núcleos talámicos anteriores, parte de los núcleos
basases (sustancia innominada y región palidal ventral), el epitálamo
y la corteza orbitofrontal (Chusid, 1976; Delgado-García, 1992); otros
tantos incluyen también las áreas olfatorias y la formación
reticular mesencefálica (Nolte, 1994; Eccles, 1991). Aunque,
como se puede apreciar, hay desacuerdo sobre el número total de estructuras
que conforman el lóbulo límbico, se consideran universalmente
aceptadas las siguientes: el giro del cíngulo, gran parte del giro
parahipocampal, la formación del hipocampo, el complejo amigdalino
y el área septal (localizada en la base del septum pellucidum y asociada
con el "centro del placer").
El concepto topográfico
que Pierre Paul Broca refirió sobre el lóbulo límbico
en 1878 fue como aquella zona conformada por un anillo cortical que bordea
medialmente los hemisferios cerebrales o hilio de los mismos (Nolte, 1994;
Duque-Vera, Duque-Parra y Morales, 1998; Donovan, 1977; Delgado-García,
1992; Palacios-Sanchez, 1993), concepto este que lo dificultó para
reconciliar su propia noción de ento-, meso-, y ectocortex y de los
tres lóbulos, el rínico, el límbico y el supralímbico
del cerebro humano (Yakovlev, 1978). Durante el desarrollo evolutivo
el crecimiento diferencial de cada uno de los hemisferios cerebrales ha impedido
el crecimiento del resto, de tal manera que la corteza primigenio es desplazada
medialmente formando el límite o limbo del diencéfalo; a esta
zona se le llama lóbulo límbico y, aunque filogenéticamente
es viejo, parece que su evolución ha continuado en los mamíferos.
La parte anterior del cortex cingulado tiene una alta selectividad en cuanto
al procesamiento del dolor, consistente con una implicación en el componente
característico emocional/motivacional de este (Craig, Reiman, Evans
y Rushnell, 1996). En un estudio realizado por Wilson y Chang publicado
en 1974 se indica que de 23 pacientes con dolor crónico que sufrieron
destrucción de la parte anterior del cíngulo, solo la mitad
se sintieron aliviados tras la operación. Las técnicas
de imagenología han permitido demostrar que durante la percepción
del dolor se activa, entre otras, la corteza anterior del cíngulo.
Sin embargo, aunque la destrucción quirúrgica del cíngulo
anterior no abole el dolor sí puede suprimir su carácter penoso
en los enfermos haciendolos indiferentes ante él; por lo tanto, el
área en cuestión juega un papel en el componente emocional
del dolor (Schalchli, 1991).
Las funciones del lóbulo
límbico están relacionadas con las bases neuroanatómicas
de la emoción, siendo de orden más jerárquico en los
paleomamíferos (Delgado-García, 1992) y corresponde al telencéfalo
de los reptiles (Curtis y Barnes, 1993). Sin negar el carácter
emocional de este lóbulo con conexiones olfatorias, incorpora una base
primitiva de nuestra afectividad englobando buena parte de las sensaciones
vicerales afines a la misma, por lo que también se ha hablado de un
cerebro viceral (Sanides, 1968). Este concepto fue ampliado por James
Wenceslas Papez en 1937 (Donovan, 1977; Delgado-García, 1992).
Sin embargo, la noción contemporánea que se tiene sobre el lóbulo
límbico es muy diferente, ya que el continuo estudio experimental
y clínico han desbordado ampliamente los límites morfológicos
y funcionales, tracendidos en las conexiones neuronales y en los aspectos
bioquímicos en cuanto al papel de los neurotransmisores en los diversos
circuitos neuronales (Cruz, 1987). Además de las estructuras
tradicionales que describieron Broca, Papez y McLean, se deben incluir otras
áreas cerebrales sin las cuales el sistema límbico no tendría
una explicación lógica, entre estas las corticales, que incluye
áreas prefrontales conectadas con el control superior del comportamiento
y la personalidad (Cruz, 1987). Funcionalmente como sistema, y no como
lóbulo, se incluyen además ciertas estructuras subcorticales
como los núcleos mamilares, los núcleos anterior, dorsomedial
e intralaminares del tálamo (Cruz, 1987) y el hipotálamo (Cruz,
1987; Nauta y Feirtag, 1980).
Las funciones realizadas
por los lóbulos ya descritos no incluyen algunas otras llevadas a cabo
por el cerebro y que son atribuidas a un séptimo lóbulo, el
piriforme, de tamaño relativamente grande en algunos vertebrados y
el cual está constituido por las siguientes estructuras:
- La corteza piriforme,
que a su vez está conformada por la circunvolución olfatoria
lateral (o fina capa de sustancia gris que recubre la estría olfatoria
a lo largo del borde lateral del espacio perforado anterior) y el uncus del
giro parahipocampal.
- La corteza periamigdalina,
vecina del complejo amigdalino ubicada hacia el polo del lóbulo temporal.
- La corteza entorrinal
o zona anterior del giro parahipocampal.
En síntesis,
el uncus, el limen insular y la corteza entorrinal constituyen el lóbulo
piriforme, debido al contorno en forma de pera presente en mamíferos
macrosmáticos, es decir con un sistema olfatorio bien desarrollado
(Barr y Kiernan, 1986). Así pues, este lóbulo se relaciona
funcionalmente con la olfación, la conducta y los procesos menésicos,
de allí su estrecha relación con el lóbulo límbico
y su sistema funcional (Nolte, 1994). El antiguo concepto morfológico
de rinencéfalo predicado por A. Retzius ahora solo puede usarse entrecomillado,
ya que desde Broca se complementó con un mayor significado funcional
asociado con el ribete marginal que forma el archicortex, el paleocortex y
la correspondiente región entorrinal, rodeando interna y basalmente
al tronco cerebral en los mamíferos superiores (Sanides, 1968).
En los mamíferos inferiores el lóbulo piriforme se constituye
de paleocortex y corteza de transición, ubicado por detrás del
bulbo olfatorio formando un lóbulo olfatorio completo haciendo prominencia
en la superficie externa. En todos los mamíferos puede notarse la
cisura rínica o surco rinal lateral estableciendo el límite
entre el neopalium y el lóbulo piriforme haciendo prominencia también
en la superficie externa. Al progresar el desarrollo del neopallium
la cisura rínica emigra hacia la base cerebral donde es repelida hacia
dentro por la formación del lóbulo temporal de carácter
neopalial, de forma tal que en los primates superiores el lóbulo piriforme
queda alojado en la superficie ventromedial (Sanides, 1968). Tradicionalmente
se afirma en los textos de neuroanatomía que el cerebro está
conformado por cinco lóbulos: frontal, parietal, temporal, occipital
e insular; mientras que otros autores señalan que hay seis, incluyendo
el lóbulo límbico. Otros más, como Liebman, están
a la espera que se descubra el séptimo (Liebman, 1987), el cual por
las razones anteriormente anotadas debe ser el lóbulo piriforme.
Discusión
La visión anatómica
que se tiene actualmente del cerebro es menos determinista y limitada, lo
que ha permitido abordar su estudio desde un punto de vista más funcional,
concepto este que desborda las fronteras tradicionales impuestas desde el
consenso estructural para integrar las funciones de los distintos lóbulos
cerebrales. Los conceptos anatómicos cambiantes permiten establecer
nuevos paradigmas que los profesionales de la salud deben ir adoptando para
mejorar la conceptualización de su saber pertinente. Es así
como la visión contemporánea sobre la lobulación del
cerebro humano lo ha trascendido a un esquema de siete lóbulos, siendo
el séptimo y más reciente de ellos el lóbulo piriforme,
al cual se le atribuyen procesos conductuales en íntima asociación
funcional con el lóbulo límbico, este último descrito
por Broca el siglo pasado y reconocido más como sistema límbico
por Papez y otros desde los años 30.
Conclusiones
El cerebro no debe ser
estudiado y descrito solamente desde el punto de vista anatómico por
ser esta una visión reduccionista que limita su comprensión.
Por el contrario, su estudio debe hacerse de una manera más integral
donde se consideren distintos aspectos como su filogenia, ontogenia, anatomía,
fisiología y otros. Con esta visión integral del cerebro se
puede comprender fácilmente la existencia de un séptimo lóbulo,
el piriforme.
Resumen
En el estudio anatómico
de rigor sobre el sistema nervioso que se desarrolla en los distintos programas
del área de la Salud, los docentes de neuroanatomía, así
como los autores en la mayoría de los textos de esta área del
saber, señalan que cada hemisferio cerebral está conformado
por un número determinado de lóbulos. Este concepto es
uno de los elementos más globales de la neuroanatomía macroscópica
que el estudiante debe manejar, para después poder razonar y estudiar
en detalle los relieves anatómicos de menor envergadura pero de relevancia
funcional en el cerebro humano, vervi gratia los giros y surcos con sus áreas
correspondientes. El presente trabajo proporciona los fundamentos neuroanatómicos
conceptuales que apuntan a resaltar una división de 7 lóbulos
para cada hemisferio cerebral, visión desapercibida en la gran mayoría
de manuscritos y textos clásicos de neuroanatomía nacionales
e internacionales, los que infortunadamente tienden a desorientar de manera
corriente a estudiantes, docentes y autores de textos.
Bibliografía
- Barr, L. y Kiernan,
J. A. 1986. El sistema nervioso. Editorial Harla. México.
- Beatty, J. 1995.
Principles of behavioral neuroscience. Brown & Benchmark.
Dubuque, I.A.
- Bouchet, A. y
Cuilleret, J. 1978. Anatomía descriptiva, topográfico
y funcional. Editorial Médica Panamericana. Buenos Aires.
- Carlson, N. R.
1996. Fundamentos de Psicología Fisiológica. Editorial
Prentice Hall Hispanoamericana, S. A. México.
- Chusid, J. G.
1976. Correlative neuroanatomy & functional neurology. Lange
Medical Publications. Los altos California.
- Craig, A. D; Reiman,
E. M; Evans, A. and Bushnell, M. C. 1996. Functional imaging of an illusion
of pain. Nature, 384; 258-260.
- Cruz, J. 1987.
Sistema límbico. Consideraciones anatomofuncionales. Colombia
médica. 18; 91- 93.
- Curtis, H. y Barnes,
N. 1993. Biología. Editorial Médica Panamericana.
Buenos Aires. Degen, R. 1994. "El sexto sentido" está alojado
en la corteza cerebral. Novedades científicas alemanas. 26, 1-3.
- Delgado, J. M.
1992. Fisiología Humana. Editorial Interamericana McGraw
Hill. Madrid.
- Donovan, B. T.
1977. Manual de neuroendocrinología. Editorial El manual moderno,
S. A. México.
- Duque 1. L., Duque
J. E. y Morales G. El encéfalo humano y su asociación con las
conductas violentas en la actividad deportiva. Revista educación
física y recreación. 2., 35-43.
- Eccles, J. C.
1991. Evolution of the brain: Creation of the self. Clays Ltd.
England.
- Fencis, H. 1994.
Nomenclatura anatómica ilustrada. Ediciones científicas y técnicas,
S.A. Barcelona.
- Frontera J. G.
1956. Some results obtained by electrical stimulation of the cortex
of the island of reil in the brain of the monkey (Macaca mulata). Journal
Comparative Neurology 105:, 365-394.
- Gaviria, M y Vandenberg,
H. 1995. Neurociencias y psiquiatría I. En: Gaviria V, Moisés
y Téllez V, Jorge E. Neuropsiquiatría. Nuevo milenio editores.
- Guyton, A. C.
1997. Anatomía y Fisiología del sistema nervioso.
Editorial Médica Panamericana. Madrid.
- Kandel, E. R;
Schwartz, J. H y Jessell, T. M. 1997. Neurociencia y conducta.
Editorial Prentice Hall. Madrid.
- Kunzig, R. 1998.
Génesis del cerebro. Discover 9., 30-36.
- Lhermitte, J.
1940. Los mecanismos del cerebro. Editorial Losada, S. A. Buenos
Aires.
- Liebman, M. 1987.
Neuroanatomía. Nueva Editorial Interamericana S. A. México,
D. F
- Martin, J. M.
1998. Neuroanatomía. Editorial Prentice Hall. Madrid.
- Moore, K. L; Persaud,
T. V. N. y Shiota, K. 1996. Atlas de embriología clínica.
Editorial Médica Panamericana. Madrid.
- Mora, T. F y Sanguinetti,
A. M. 1994. Diccionario de neurociencias. Alianza editorial.
Madrid.
- Nauta, W. J. y
Feirtag, M. 1980. El Cerebro. Libros de Investigación y
ciencia. Editorial labor, S.A. Barcelona.
- Noback, C. R;
Strominger, N. L. y Demarest, R. J. 1993. El sistema nervioso.
Introducción y repaso. Editorial Interamericana McGraw Hill.
México.
- Nolte, J. 1994.
El cerebro humano. Editorial Mosby/Doyma libros. Tercera edición.
Madrid.
- O'Rahilly, R.
1989. Anatomía de Gardner. Editorial Interamericana McGraw
Hill. México.
- O'Rahilly, R.
and Muller, F. 1987. Developmental stages in human embryos. Carnegie
institution of Washington.
- Palacios, L. 1993.
Origen de algunos términos utilizados en neurociencias básicas.
Acta Neurológica Colombiana. 3.,9,131-137.
- Penfield W; Faulk
M. E. 1955. The Insula. Brain 78:445-476.
- Sadler, T. W.
Lagman. 1996. Embriología médica. Editorial Médica
Panamericana y Williams & Wilkins. Buenos Aires.
- Sanides, F. 1968.
La filogenia del cerebro. C. H. Boehringer Sohn.
- Schalchli, L.
1991. Las imágenes del dolor en el cerebro. Editorial Mundo
Científico. 11;1110- 1111.
- Smith, A. 1986.
La mente. Salvat editores, S.A. Barcelona.
- Wright, K. 1998.
Vínculos inolvidables. Discover, l., 68-73.
- Yakovlev, P. 1.
1978. Recollections of James Papez and comments on the evolution of
the limbic system concept. Plenum Press. New York.
*
Docente de Anatomía. Programa de Medicina. Departamento
de Ciencias Básicas. Universidad de Caldas. Docente de
neuroanatomía y Fisiologia. Facultad de Fisioterapia. Universidad
Autónoma de Manizales.Doctorado en Neurociencia y Biología del
Comportamiento. Universidad Pablo de Olavide. Sevilla. España
** Docente de Biología Celular.
Programas de Medicina y Enfermería. Departamento de Ciencias
Biológicas. Universidad de Caldas Docente de Biología
celular.. Facultad de Medicina. Universidad de Manizales
***
Docente de Biología Celular. Programas de Medicina y Enfermería.
Universidad de Caldas. Doctorando en Genética. Universidad
de Antioquia. Colombia.