DEONTOLOGÍA


EUTANASIA:
¿LA MUERTE COMO TRATAMIENTO?


Elías Fallas Solís*



Summary

Euthanasia, definet as facilitating a person's death, lacks ethicals and moral bases.  All available means shout be used in the handling of terminal patients, but obsessive therapy should be avoided because this prolongs more death than life itself.


Introducción

Con la legalización de la eutanasia en Holanda, se ha reactivado en muchos países las discusiones en torno a la moralidad y la ética de las distintas formas de eutanasia.  En los últimos años, algunos sectores sociales, están aceptando cada vez más ampliamente lo que podríamos denominar con el término inquietante de "cultura de la muerte".  Se trata de un frente aguerrido que goza de bastante eco en los medios de comunicación.  No es que su postura esté refrendada por sólidos razonamientos, pero sus argumentos moldean fácilmente la opinión porque se basan en el sentimiento y la emotividad, valores hoy en alza en la cotización social.  Si en la civilización grecorromana predominaba la cultura de la razón y en la civilización cristiana la cultura del amor y de la vida, en la sociedad postmodema está haciendo brecha la cultura de la utilidad, del miedo y del egoísmo mortífero.  Los avances de la medicina con el consiguiente aumento de la expectativa de vida de la población y la disponibilidad de medios para tratar muchos males que hasta hace algún tiempo eran considerados incurables, generan una serie de interrogantes que son convenientes analizar: ¿Es moral abreviar la vida de enfermos graves y desahuciados? ¿Es moral acelerar la muerte de enfermos o personas que ya no son productivas? ¿ Es moral dar muerte a enfermos incurables que sufren de terribles dolores?


El concepto de Eutanasia

Etimológicamente la palabra eutanasia se deriva del griego: Eu = bien y thanatos = muerte; en general eutanasia significa el hecho  de provocar una muerte fácil y sin dolor a un paciente próximo a morir procurando de esa forma lo que se ha querido llamar buena muerte, muerte apacible o muerte sin sufrimiento.  Actualmente, se define como la operación voluntaria de facilitar la muerte sin dolor, “por razones de piedad”, ya sea para evitar duros sufrimientos a los enfermos o bien para evitar un futuro doloroso a una vida humana sin valor. (5)

La Eutanasia se puede clasificar en las siguientes modalidades: (1/5/6)
  1. Eutanasia agónica: consiste en provocar la muerte sin sufrimiento en un paciente desahuciado para que no sufra más.
  2. Eutanasia lenitiva: empleo de fármacos, para aliviar el dolor físico causado por una enfermedad mortal y secundariamente puede llevar consigo un acortamiento de la vida.  No deberá llamarse eutanasia pues el empleo de algunos medicamentos pueden ser moralmente lícito .
  3. Eutanasia suicida: es el propio sujeto quien recurre al uso de medios letales para acortar la vida, en este tipo de eutanasia pueden concurrir otras personas que coadyuvan al desenlace mortal sin ser ellas autores principales.
  4. Eutanasia homicida: es efectuada por una persona distinta al enfermo.  Aquí se presentan dos variantes: homicidio piadoso, el cual se realiza para evitar al paciente las consecuencias de una enfermedad terrible, de una deformación física o una vejez angustiosa y la eutanasia eugenésica económico o social, su propósito es eliminar vidas humanas consideradas una carga para la sociedad o "vidas sin valor vital".
  5. Eutanasia positiva o activa: es la intervención para provocar la muerte del paciente, generalmente mediante administración de un producto farmacológico.
  6. Eutanasia negativa o pasiva: es la eliminación deliberada de los cuidados necesarios para la curación o para mantener la vida del enfermo.
  7. Eutanasia voluntaria: cuando es solicitada por el paciente.
  8. Eutanasia involuntario: se realiza sin consultar a la persona enferma.

Debe quedar claro que la eutanasia es un suicidio o la colaboración con este, o un homicidio, en el cual se mata sin dolor con procedimientos de apariencia médica, a serés humanos destinados a una vida atormentada por el dolor o limitada por la incapacidad, con el propósito de librar al paciente de sus sufrimientos y a la sociedad de una carga inútil. (3).


Vidas carentes de valor

Durante la época del nazismo se desarrolla la tesis de que hay seres humanos sin ningún valor vital y se postula la supresión de la vida de quienes no podían curarse, haciendo hincapié en la carga económica que representan estos pacientes y las ventajas de su eliminación.  Un cierto número de médicos alemanes; y de otros países de aquella época, resultaron fuertemente influenciados por razonamientos utilitaristas que rechazan cualquier concepto ético que impongan valores absolutos, y aceptan la doctrina de que el control de la vida es una función de la sociedad, que debe juzgar y actuar sólo basándose en factores como la explosión demográfica y las necesidades socioeconómicas de la comunidad.  Los motivos que se dan para justificar la eutanasia y el aborto son esencialmente los mismos; si se permite a una madre eliminar al hijo en sus entrañas por razones psíquicas o económicas, ¿qué razón de peso se puede aducir para impedir que elimine al hijo que ha nacido minusválido?(5) Por otra parte, si se le da a los padres el derecho de suprimir la vida de los hijos, estos por su parte pueden adquirir el derecho de elegir hasta cuando vive o es útil la vida de sus padres.  Las personas minusválidas o deformes tienen los mismos derechos que las personas normales, concretamente en lo que se refiere a la recepción de los tratamientos adecuados.  En la fase prenatal se les ha de proporcionar las mismas curas que a los fetos normales. -(6) La cultura de la muerte, fruto de los diversos tipos de laicismo, materialismo, comunismo, hedonismo, etc., no logra, en definitiva, comprender la realidad esencial de la muerte.  La vida según esta concepción, merece ser vivida sólo mientras sea útil y un bien placentero.  Pero, cuando sea "carga" para la sociedad, o esté amenazada por un mal incurable, o llena de sufrimiento, entonces es preferible no vivir es útil morir y procurar la muerte.


El paciente en estado terminal

Los partidarios de la eutanasia ofrecen razones sentimentales para defender la legalidad de pedir la propia muerte o procurarla a otros, en el caso de que el dolor se haga largo e insoportable.  Sin embargo, además de que no sería lícito hay que recordar que la mayoría de las veces los ruegos de los enfermos graves que alguna vez piden la muerte no deben ser interpretados como una petición de verdadera voluntad de eutanasia, sino como un ruego angustiado de asistencia y afecto; en estos casos, lo que necesita el enfermo, además de los cuidados médicos, es el amor, el afecto y el calor humano de quienes están más cercanos, padres, hijos, cónyuge, médicos y enfermeras.  En el estado de Nueva York, la limitación impuesta por la ley para la práctica de la eutanasia obligó la búsqueda de alternativas, por lo que se establecen equipos interdisciplinarios de atención domiciliaria integrados por médicos, enfermeras, psicólogos, trabajadores sociales, familiares y voluntarios.  Los resultados han sido sorprendentes ya que la calidad y el tiempo de vida se incrementa notablemente y en algunos casos los medicamentos requeridos para aliviar las molestias se disminuyeron.  Con lo que se logró no solo darles más tiempo sino más calidad de vida.  La vida biológica y la vida cronológica alcanzaron más dignidad.  La disminución del dolor es un procedimiento completamente lícito y ético, en algunos casos esto puede llevar a la pérdida del estado de consciencia de la persona.  Para que sea lícito y moral, esta pérdida de consciencia debe quererla el enfermo y debe ser el resultado indirecto del tratamiento.  En los pacientes en estado terminal, el tratamiento para mitigar el dolor así como otros síntomas puede provocar abreviación en la vida.  Este resultado es éticamente válido siempre que sea el resultado indirecto de una acción que sí es buena y necesaria.  En algunas ocasiones, durante el manejo de pacientes en estado terminal se llega a situaciones límites, como es el uso de medios extraordinarios y el caso de enfermo clínicamente muerto, a los cuales puede agregarse la resistencia de los parientes del enfermo a suspender los medios extraordinarios que lo mantienen artificialmente con vida y falta de una total evidencia científica de la reversibilidad o irreversibilidad de algunos procesos patológicos.  Se han dado casos en los que los parientes han insistido en que se le siga aplicando los medios extraordinarios y luego se ha producido la curación del paciente. (2)

Es moralmente ilícito renunciar a curas o tratamientos posibles y disponibles, cuando se sabe que resultan eficaces, aunque sea sólo parcialmente.  En concreto no se ha de omitir el tratamiento a enfermos si existe alguna posibilidad de recuperación; se puede interrumpir cuando se haya constatado su ineficacia; en todo caso siempre se han de prestar las curas normales, no existe la obligación, y puede no ser conveniente, de someter al paciente terminal a nuevas operaciones quirúrgicas, cuando no se tiene la fundada esperanza de hacerle más llevadera su vida. (6) Es éticamente válido dejar de aplicar tratamientos extraordinarios a un paciente en coma irreversible cuando haya perdido toda actividad cerebral.  Pero no lo es cuando el cerebro del paciente conserva ciertas funciones vitales, si esa omisión provocara la muerte inmediata.  Sólo es lícita la prolongación artificial de la vida en el caso de muerte cerebral, cuando se realiza con vistas a efectuar transplantes de órganos (6).


El uso proporcionado de los medios terapéuticos

Es importante proteger la dignidad del paciente en el momento de la muerte frente a un tecnicismo médico abusivo.  Ante esta situación se ha planteado la necesidad de un "derecho a morir dignamente", expresión que no designa el derecho de conseguirse la muerte sino el facilitar los medios de morir con tranquilidad, con dignidad humana. La persona por su dignidad es objeto y sujeto de derechos, en el fondo mientras viva tendrá dignidad, será entonces difícil aceptar que la muerte le proporcione dignidad a la persona (7). Se ha de tener en cuenta que el punto de partida que provocó la investigación científica para la prolongación artificial de la vida era un motivo bueno y sincero; pertenecía a la vocación y a la misión del médico de todos los tiempos: combatir la enfermedad, preservar y alargar la existencia en esta tierra.  Pero a esta voluntad primeramente buena se ha ido añadiendo con el tiempo el orgullo científico causante del deterioro la confusión con otros fines menos nobles.  Algunos científicos han tratado de obtener fama a cualquier precio, aún a expensas del paciente; y así se ha llegado a las técnicas de ciencia ficción del “ensañamiento terapéutico”.  A la par de esto se ha difundido la técnica de la eutanasia, consecuencia indirecta del orgullo científico que no respeta la naturaleza y desea convertirse en denominador de la muerte.  Hay obligación de curar y de hacerse curar pero no se ha de recurrir a toda clase de remedios posibles.  Esta frase sigue siendo válida en líneas generales, pero hoy puede parecer imprecisa porque los progresos terapéuticos son cada vez más rápidos.  Por este motivo, algunos hablan de medios “proporcionado” y “desproporcionados” según los resultados previsibles.  En cuanto al uso de “ medios extraordinarios o excepcionales” a los que no es necesario recurrir en el caso de enfermedades incurables, esto no debe inquietar las conciencias tanto de los enfermos como de los parientes y médicos.  “Si el paciente, sus parientes y el médico, después de haber ponderado todas las circunstancias, renuncian al empleo de medicamentos y de medidas excepcionales y desproporcionadas, no por eso son imputable de haberse arrogado un ilícito derecho de disponer de la vida humana”.  Antes se debe considerar que sí se puede prever que de esa manera el enfermo grave puede curarse de nuevo, es un deber utilizar tales medios, y es tarea del Estado de índole social hacer que estén a disposición de todos los que lo necesitan los aparatos y medicamentos, inclusive los costosos.  Sólo se habría de limitar el uso de los medios extraordinarios cuando "el único resultado que se consigue es retrasar artificialmente la muerte" (5). Ante la inminencia de una muerte inevitable, es lícito conformarse con los medios normales que la medicina puede ofrecer.  El rechazo de otros medios - no exentos de peligro o demasiado costosos- no equivale al suicidio, significa más bien la simple aceptación de la condición humana (8) No es conveniente realizar experimentaciones, de las que no se tenga seguridad de un margen aceptable de eficacia respecto a la salud del paciente, con los enfermos terminales.  Y menos, sin su consentimiento previo y sin haberles advertido de las posibles consecuencias.  En este sentido, el Estado, los médicos y el personal sanitario deben velar para que no se permitan las experimentaciones que van en detrimento de la dignidad de la persona. (6)

Los principios que deben guiar el comportamiento en la aplicación de los medios extraordinarios, se podría resumir de la siguiente manera:
  1. La finalidad de la medicina y el deber del médico es proteger la salud, curar las enfermedades, aliviar los sufrimientos y confortar; respetando la libertad y la dignidad de la persona.
  2. El, médico no debe en ningún caso utilizar sus conocimientos e instrumentos de la ciencia médica para abreviar deliberadamente la vida de un enfermo, ni siquiera ante la petición de este último o de los familiares.
  3. El derecho del enfermo a la dignidad, a la integridad y a la información requiere que se le consienta la expresión de su libre voluntad y a sentimiento.
  4. Tal voluntad del enfermo o de su familia debe guiar la decisión del médico, sea para llevar a cabo un tratamiento extraordinario y prolongado en casos desesperados, sea para renunciar en casos análogos al “ensañamiento terapéutico”, limitándose al tratamiento lenitivo de sufrimientos inútiles y a la asistencia moral.
  5. En cualquier caso se ha de rechazar el ensañamiento terapéutico destinado e inspirado exclusivamente en motivos de investigación y de experimentación. (5)


El acto médico

Conforme al juramento hipocrático y de acuerdo a la moral, al médico le está prohibido causar la muerte de cualquier paciente. El médico no tiene licencia para quitar la vida aunque ésta sea estorbosa para los demás, pero sí para curar o aliviar un determinado padecimiento. El médico está obligado a curar o a disminuir el sufrimiento, para esto cuenta con drogas muy efectivas que pueden mantener a un paciente sedado el tiempo que perdure una situación de dolor y angustia; es un hecho médico lícito por cuanto no se está acortando la vida, solamente se esta haciendo más llevadera una situación.

Ahora bien, algunos pueden argumentar que ese o esos medicamentos acortan la vida.  Podría ser así, es hipotético, pero la intención del médico no es causar ese efecto es el de sedar.  Esto es lo que se puede llamar un acto médico con doble efecto: uno deseado, el que se busca y otro no deseado, que se produce involuntariamente, en forma indirecta.

Hay dos aspectos bien definidos:

  1. El paciente agónico, con grandes sufrimientos, donde no caven maniobras para restablecer la salud, como el enfermo de cáncer incurable, que sufre dolores y angustias.
  2. El otro aspecto es el paciente inválido, que ya no produce, no razona, que no sufre dolores ni angustias y que aunque no sufre, hace sufrir a los demás.

En ninguno de los dos casos, el médico tiene licencia para aplicar la eutanasia, pero hay una diferencia: en la primera, el médico está autorizado y obligado éticamente a proporcionar alivio mediante sedantes aún cuando pueda acortar la vida.  En el segundo caso, no estás autorizados a aplicar medicamentos o a ejecutar maniobras que puedan acortar la existencia, pues no se está aliviando al paciente, sino a los que lo rodean. (4)


Conclusión

Es difícil concretar en normas fijas los principios generales de comportamiento que han de regir el problema de la eutanasia, jamás es lícito matar a un paciente para no verle sufrir o no hacerle sufrir, aunque aquel lo pidiera expresamente.  Ni el paciente, los médicos, el personal sanitario ni los familiares tienen la facultad de decidir o provocar la muerte de una persona.  Es necesario afirmar que nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano inocente, sea embrión o feto, niño o adulto, anciano, enfermo incurable o agonizante.  Nadie puede pedir este gesto homicida para sí mismo o para otros; confiados a su responsabilidad ni pueden consentirlo explícita o implícitamente. Ninguna autoridad puede legítimamente imponerlo ni permitirlo. Se trata de una violación de la ley divina de una ofensa a la dignidad de la persona, de un crimen contra la vida, de un atentado contra la humanidad.  Lamentablemente es la situación del médico que se presta para estas prácticas desvirtuando con ellas los sagrados principios de luchar por mantener la vida del enfermo poniendo para ello todos los medios posibles a su alcance y el de respetar a su paciente como único fin de su profesión.  El Estado no puede arrogarse el derecho de legalizar la eutanasia, pues la vida es un bien que supera el poder tanto del individuo como del Estado.  Estos sólo tienen derecho a establecer una normativa sobre los tratamientos y las curas que se han de proporcionar a los enfermos terminales sin posibilidad de recuperación.  Si bien, la mayor responsabilidad recae sobre quien ordena y ejecuta el acto homicida, del delito de eutanasia, también son cómplices y responsables moralmente todos los que de alguna manera facilitan los medios para que pueda llevarse a cabo.


Resumen

La eutanasia, definida como la acción de facilitar la muerte a una persona, carece de fundamento ético y moral.  Siempre se debe utilizar todos los medios disponibles para manejo de pacientes en estado terminal, pero se debe evitar un "ensañamiento terapéutico", con lo que se prolonga la muerte más que la propia vida.


Bibliografía
  1. Cabrera, Jorge Mario.  Eutanasia: Enfoque Etico.  Revista de Filosofía Universidad de Costa Rica; 1993: 31(74): 43-47.
  2. Gómez, Rafael.  Problemas Morales de la Existencia Humana.  Madrid, España.  Editorial Magisterio Español S.A. 2° edición, 1980.
  3. Herranz Gonzalo.  Usar Palabras Claras y Tener Claras las Ideas.  Revista palabra; 1992: 323.
  4. López, Esteban.  Lecciones de ética médica.  San José, Costa Rica: Editorial Stvdivm; 1°edición 1984.
  5. Monge, Fernando.  Eutanasia.  Folletos M. C. Madrid, España: Editorial: Anzos. S.A:    2° edición, 1986: 405.
  6. Monge, Fernando. ¿Eutanasia?.  Madrid, España.  Ediciones Palabra S.A., 1° edición, 1989.
  7. Ruiz, Leobardo.  Eutanasia y Suicidio Asistido.  II Congreso Nacional de Bioética. Guanajuato, México.  Memoria, 1998.
  8. Varga, Andrew.  Bioética Principales Problemas.  Bogotá, Colombia: Ediciones Paulinas, 1° edición, 1988.
* Médico Cirujano.