Esta
frase pronunciada en múltiples ocasiones por Humberto, resume su
trayectoria.
Corría
el año 1973 y el Dr. Salas ya llevaba algunos años en el
Servicio de Neurología del Profesor Dominique Laplane en la Clínica
de enfermedades del Sistema Nervioso de l'Hôspital De La Salpêtrière,
distinguiéndose como uno de los mejores "assistents étrangères".
De sus labios oír decir que el Prof. Laplane era un diosillo, que
sólo conocíamos y aprovechábamos un 20% de nuestros
cerebros: estas expresiones -casi sentencias- contribuirían a alcanzar
su madurez intelectual, ni qué decir de su admiración por
Luria. El Prof. Laplane, a su vez, sentenciaba: "Firme en los principios
y flexible en sus aplicaciones, y en todo mito o leyenda siempre hay un
rondo de realidad". Esta posición del Prof. Laplane la introyectó
Humberto, quien se declaraba cartesiano, y poco a poco comenzó a
desarrollar un pensamiento definido en el cual el cerebro ocupaba un papel
fundamental.
La
clínica ("la clinique") era lo primero para él, atreviéndose
a decir que enseñaba más una gacilla que una resonancia magnética.
Se molestaba con "les machines a faire des sous" (máquinas de producir
dinero).
Se
empezó, a convertir en un humanista y a afianzar su amistad -la
cual siempre nos regaló- con neurólogos, hoy de gran renombre
como Luis Castillo en Panamá, Gustavo Román de Colombia (que
luego se estableció en E.E.U.U.), y Patricia Facio en Costa Rica,
entre otros. No sólo el medio hospitalario fue forjando su personalidad,
sino el de otros intelectuales que tuvieron la oportunidad de compartir
con él su pensamiento definido, algo “contestataire” que cuestionaba
el orden cosas; citemos entre otros a Jezer González, filólogo
y novelista, Luis Garita, que llegó a ser Rector de la Universidad
de Costa Rica, Víctor Hugo Acuña, historiador de renombre.
Una
vez en Costa Rica, en el Hospital Dr. Max Peralta de Cartago (allí
laboró un tiempo), aparecen notas en los expedientes que decían
"paciente de 40 años, policía, tiene 12 hijos y gana 100
colones por semana", lo cual para él era incomprensible y doloroso,
muy alejado de los goces de Europa.
Sólo
me he referido a algunas de las facetas de Humberto, no habría espacio
aquí para mencionar sus lecturas y otras actividades, y con este
bagaje no sólo de conocimientos sino de ideales, llega al Servicio
de Neurología del Hospital Dr. Calderón Guardia con mucho
entusiasmo, donde despliega sus conocimientos que engrandeció al
Servicio de Neurología de ese Hospital.
Su
humanismo y fervor neurológico perdurará.
Dr.
Róger Morales Ujueta