EDITORIAL

El neurocirujano ideal



En el alba de la Neurología, lejos estaba Charcot de imaginar el mañana de esta disciplina en relación con los avances tecnológicos más evidentes en las tres últimas décadas.

Cierto, el martillo de reflejos y la gacilla, herramientas de trabajo en nuestro diario enfrentamiento con los pacientes, pudiéramos pensar que han perdido su importancia.

La resonancia magnética nuclear (RMN) se ha convertido en un instrumento clave para afinar el diagnóstico de ciertas patologías del sistema nervioso, como esclerosis múltiple, tumores del tronco cerebral o lesiones de la médula espinal, y han beneficiado por ende a muchos pacientes denominados en esta época de globalización, como clientes o usuarios.

 ¿Cómo establecer una buena relación costo/beneficio en nuestro país cuando se solicita una RMN?

¿Esta relación es la misma en otros países?

El sistema de seguridad social de nuestro país creado desde los años 40, permite dar un poco a muchos y no mucho a unos pocos.

Los neurólogos y neurocirujanos nos encontramos día a día con el dilema de enviar la RMN para un diagnóstico más exacto.

La decisión de pedir el examen es un acto científico y de conciencia, basada en la relación médico/paciente.

Esta relación puede verse afectada con factores externos donde no media el rigor científico, sino elementos no médicos que definitivamente desvirtúan el resultado final.

Sin comisiones ajenas a neurólogos y/o neurocirujanos, pretenden definir criterios y acuerdos respecto a quién se debe efectuar el estudio y a quién no, estamos en la obligación de preguntamos si lo más apropiado, efectivo y lógico, es que la CCSS adquiera su(s) propia(s) RMN siempre y cuando se respete el criterio nuestro.

Sin los cambios sugeridos, terminaríamos afirmando como dijo un colega en una sesión clínica: "enseña más la punta de una gacilla que una resonancia".

Tienen la palabra las altas autoridades de la CCSS.


Dr. Róger Morales Ujueta