Aspectos psicosociales del embarazo en adolescentes
y su abordaje con enfoque de derechos1

Lic. Carlos Garita Arco2



Al referirse al embarazo en la adolescencia generalmente asoma a nuestro pensamiento la siguiente frase "Qué problema esto del embarazo adolescente, hay que hacer algo con ello", constituyéndose en un tema o mejor dicho en un problema de Salud Pública. Sin embargo, examinemos esta formulación en detalle.

Lo primero que sugiere dicha afirmación es que el embarazo en adolescentes intrínsecamente es negativo y por tanto debe ser erradicado. En este sentido no hay discusión y pareciera que ya hemos definido absolutamente qué es lo mejor para los y las adolescentes, al estilo de Aldous Huxley en su obra Un mundo feliz, donde todo está organizado y claramente ordenado por un grupo que así lo decide; una muy buena jugada a favor del control social y del establecimiento de reglas autoritarias.

Pero siguiendo en este proceso de asociación libre, se nos viene a la mente los patrones de socialización donde nuestras madres y abuelas tenían los hijos e hijas en la adolescencia, porque las uniones consensuales (matrimonio, unión libre) ocurrían en la edad de la adolescencia. Tal vez debido a que la expectativa de vida no era muy elevada, o porque se convertía en una forma de control social de la sexualidad adolescente, donde eran reclutadas muy rápidamente por hombres adultos y las embarazaban para recluirlas en el ámbito doméstico y en el cuido de los hijos e hijas. Queremos hacer notar que la elección de pareja estaba en manos del hombre y no de la mujer. Eso nos deja la interrogante de si el patrón sociocultural más bien convoca a que los hijos son de la adolescencia en las mujeres.

Por otro lado, el hombre que disfrazó el dominio hacia la mujer con el argumento que era instintivo y que eso marcaba una diferencia profunda y radical con ella, se dedicó a procrear hijos fuera de la unión consensual y por tanto, a la proliferación de madres con hijos y sin pareja permanente, esto validado por la cultura que conoce de ese hecho. Y se contribuye profundamente a dos aspectos: el hombre procrea y renuncia a la paternidad y la mujer se queda sola con su prole. Es decir, si los hijos se tienen en la adolescencia, la mujer tiene claro que ella está sola con sus hijos e hijas.

Siguiendo en esta línea, la sexualidad en las adolescentes se dirigía por tres grandes derroteros: la madre-esposa, la madre-amante o la mujer que se abstiene. El proyecto de vida apunta en ese sentido a llenar cada uno de estos huecos, indiferentemente de si trabaja dentro de¡ hogar o fuera de él. Por ello, algunos autores hablan de la doble o triple jornada de la mujer. Hacemos notar que hablamos de las adolescentes, porque para los hombres nunca ha resultado ser un problema sociocultural el ejercicio de su sexualidad-coital a cualquier edad.

Estas argumentaciones que datan de nuestras madres y abuelas, (o tal vez no, habría que hacer un análisis más exhaustivo de los diferentes sectores); han recibido algunas modificaciones en los últimos años. La mujer busca construir un proyecto de vida que no la reduzca a ser una vagina o un útero caminando, aunque a veces así las vemos cuando pensamos o sentimos que el principal problema o preocupación de la mujer adolescente es el embarazo. Un proyecto que la coloque dentro de la sociedad con sus intereses, orientaciones vocacionales y que se le permita vivir en igualdad genérica. Además, ha tomado en sus manos la elección de pareja y por ende el poder experimentar varias relaciones, la postergación de la unión consensual, y todo ello enmarcado en un desarrollo más temprano de su sexualidad.

Y hablando de sexualidad, no hemos revisado algo que es obvio, el embarazo en la adolescencia ocurre porque hay un ejercicio de la sexualidad-genital. Ahora ¿en dónde colocamos nuestra preocupación? Seamos honestos y honestas: en el embarazo que no se encuentra en unión consensual. Entonces a lo que nos estamos refiriendo es al embarazo-solterismo adolescente, a que las adolescentes están haciendo uso de la sexualidad genital sin pedir permiso al mundo adulto y sin tomar en cuenta los intereses de los y las adultas; o a lo que estamos apuntando es a que el embarazo adolescente es producto, no tanto de ellas mismas, sino de la seducción que hace el mundo adulto, bajo la forma del consumismo (venta de productos seductores, películas pornográficas que fragmentan al sujeto, entre otras) o de las relaciones coitales directamente.

La sexualidad de la adolescente parece ser el punto clave. Entonces tenemos cuatro propuestas:

Que no se les hable: lo que tememos es que sigan los patrones socio-culturalmente promovidos, es decir, los hijos e hijas se tienen en la adolescencia, el hombre funciona como procreador y los designios del mundo adulto es ser sexuales (no significa que los disfruten) y dejarse seducir por ellos. Tenemos alta probabilidad de embarazo en adolescentes.

Que se les hable pero de forma represiva y culpógena: con esto construyen una sexualidad para otros (se les niega el disfrute, situación también bastante tradicional), se hace un mecanismo de negación de los procesos psicosociales y psicosexuales que vive el y la adolescente y los invitamos a que realicen "acting-out", es decir, a que actúen impulsivamente frente a la sexualidad y, por tanto, no se protejan. Al igual que la anterior, tenemos alta probabilidad de embarazo en adolescentes.

Que se les hable, pero en función de la reproducción: esto es que reduzcan todas sus preocupaciones como adolescentes y su sexualidad a los genitales, con ello se verán informados de las posibilidades anticonceptivas, pero seguirán instalados en el mecanismo cultural de tener relaciones sexuales-coitales desprovistas de afecto; y por consiguiente, casuales e impulsivas. Nuevamente, no nos eximimos de una alta probabilidad de embarazo adolescente.

Que se les hable a partir de la construcción de igualdad degénero: con ello apuntaríamos a la revisión de lo aprendido, al desarrollo de una posición crítica frente a lo que el exterior les ofrece (el mundo adulto); también se permitiría desarrollar aspectos diferentes de su propia sexualidad, de la relación entre los géneros, de la maternidad y de la paternidad. Quiero rápidamente resaltar la paternidad, ya que este es un aspecto que no se toca más allá del no abandono (denominada falsamente paternidad responsable) y que significa la posibilidad masculina de vivir la relación con el hijo o hija más allá de los aspectos represivos. Con este último camino habría la posibilidad de ir reduciendo el embarazo en la adolescencia, ya que el embarazo se inscribiría dentro del desarrollo deseado de¡ hombre y la mujer, tomando en consideración su propio proyecto de vida.

Pero con lo expuesto anteriormente, regresamos al punto con que iniciamos esta exposición, es el embarazo en sí mismo un problema. Considero que si tomamos en cuenta el derecho del y la adolescente de construir su propia vida, de elaborar su proyecto personal, de elaborar su identidad y con ello de ser crítico y crítica ante lo que el mundo adulto le ofrece, de ser informado e informada por los padres y madres, las personas adultas que le rodean acerca de su sexualidad y de otros temas de interés para ellos y ellas. Así, el embarazo pasaría a ser una decisión adscrita al deseo de la maternidad y la paternidad que no obstruye el progreso del y la adolescente, y por consiguiente, no me atrevería a afirmar que todo embarazo en la adolescencia es negativo y que debe erradicarse absolutamente.

Así las cosas, de lo que tendríamos que estar preocupados no es de reducir el embarazo adolescente en sí mismo, como un aspecto patológico. Sino de colaborar en los procesos educativos sobre la construcción de la masculinidad y la feminidad alternativas a los patrones de manejo de la sexualidad desafectivizada, deserotizada (diría Marcúse en su libro "El hombre unidimensional"), y por tanto, de la maternidad y la paternidad que no obstruya los proyectos de vida de los adolescentes. Y en los casos donde el embarazo es un hecho, colaborar para que no se constituya en la imposibilidad de realización de la madre.

A manera de conclusión, proponemos lo siguiente

          1. El embarazo adolescente es promovido en nuestra cultura a través de procesos de socialización, de la hedonización
          y de la seducción del adulto.

2. La construcción de la masculinidad actual propone al hombre el ser procreador. Así, para el desarrollo de la paternidad, no se le brindan herramientas.

3. La información que se les brinda a los y las adolescentes acerca de su sexualidad, a través de los mecanismos del silencio, de la censura de los padres y madres y sectores educativos, así como la visión reproductiva, acrítica y poco dialogante, facilita el embarazo en la adolescencia.

4. La posibilidad de incidir en la disminución del embarazo en la adolescencia atraviesa por la construcción del género, en un diálogo abierto, crítico y franco con los y las adolescentes.

5. Por último, no todo embarazo en la adolescencia en sí mismo es negativo si no obstruye la construcción del proyecto de vida del y la adolescente.

Con lo expuesto, es fácil adivinar que cuando se trata de embarazo en adolescentes, no es únicamente peso, talla y aspectos de orden biomédico, sino que implica un proceso de escucha y de diálogo con alguien que busca comprender el significado personal, familiar y social de su condición de madre o padre adolescente y el derrotero que le propone el asumir la maternidad y la paternidad.1Ponencia presentada en el II Taller Centroamericano de Antropometria. San José, Costa Rica. marzo de 2000

2Psicólogo del Nivel Central de Programa Atención Integral de la Adolescencia, docente de la Escuela de Psicología de la Universidad de Costa Rica.